Categoría: Reflexiones

Home / Categoría: Reflexiones

El sueño

5 noviembre, 2024 | Apuntes, Reflexiones, Vivencias | No hay comentarios

LLoraba en sueños, mamá me había retado. Primero me insultó y después me echó de casa. Yo era muy chico pero tenía el cuerpo de un adulto. No podía entender porqué me había gritado tanto, ni porqué estaba tan enojada. Esos sueños que se mantienen con imágenes vivídas durante varias horas del día siempre resultan agobiantes.

Ella me había gritado mucho, no sé si yo habría hecho algo malo. Sólo recuerdo que me insultaba, sus gritos retumbaban en mi cabeza; y me llenaba de ecos; sólo atinaba a taparme las orejas para que los gritos no llegaran a mis oídos. A lo mejor hubiese sido mejor que no me los tapara para que todos esos sonidos pudieran salir de mi cabeza.

Mamá me echaba de casa, y yo no sabía adónde podía ir. Era chico, ¿adónde va un niño cuando su mamá lo echa? ¿Porqué una madre echa a su hijo pequeño de su casa? No puede haber un motivo tan fuerte para que esas cosas sucedan.

 No puedo superar el trance de escuchar a mi madre insultarme. No es posible que tantas frases soeces salieran de su boca dirigidas a mi. Una madre está para proteger, para cuidar nuestro sueño, para calmar nuestras ansiedades, y para resolver nuestras inquietudes. 

Supongamos que es una madre fría, que no es una madre contenedora como la mía, igual te contiene aunque no te abraza, sus palabras lo hacen. Las frases que salen de su boca son amorosas, calman los miedos, disuelven les nervios que sentimos frente a una vacuna, y los miedos a la oscuridad. 

Una madre calma, acaricia en diversas formas, no insulta.

Solamente quienes tienen ira pueden gritar sin importar que el destinatario de ese rencor sea un niño. Quienes no pueden con su vida arremeten contra los niños, por ser lo primero que encuentran. 

Estoy en mi casa en Puerto Rico, mañana viajo a la India por trabajo. No puedo dormir, y tengo que madrugar. La noche se me cierra en la habitación, me invade un cielo negro. Prendo la luz. Mamá está en su casa en Buenos Aires. ¿Y si le pasa algo? ¿Y si me llama para pedirme ayuda y yo estoy volando sobre el océano Atlántico? ¿Cómo regreso para ayudarla? ¿Qué debo hacer con esta vida nómade? Tengo cuarenta años y durante los últimos veinte viajé por el mundo quedándome tres meses en cada lugar. Londres, Bombay, MIami, Puerto Rico. No puedo superar ese temor del teléfono sonando para avisarme que a ella le pasó algo. 

Los adultos nos llenamos de miedos quizás porque en nuestra infancia no nos dieron la calma para crecer seguros. Es posible que aquellos miedos sean las inseguridades de hoy. Tampoco se puede vivir de esa forma. Llamo a mi madre. Me dice que está bien, que la cuarentena la está pasando entretenida, que encontró una novela turca en Netflix que mira todos los días un rato largo mientras teje una manta para el hijo de mi hermano que acaba de nacer. Que todos los días hace un visita telefónica a alguna amiga. Que un vecino le hace los mandados, y que los medicamentos que le pedí por internet ya le llegaron.

Entonces ¿de qué me preocupo? No es necesario estar tan pendiente de ella. Tengo que asumir que tiene una vida propia y yo debo tener la mía. 

Estoy llegando al aeropuerto, mi avión sale a Bombay en tres horas. Hago el check in, y mientras espero que me cobren el café, me pregunto porqué habrá sido que mamá me insultaba.

Sandra

De los libros que tengo en la biblioteca elijo tres o cuatro por ahora, y le pido a cada uno de ellos que me inspiren como artista textil.

El primer libro es «Las Visitas» de Silvia Schujer que cuenta la historia de un niño de unos once años cuyo padre un día deja de ir a la casa después del trabajo; y la madre, la madrina y la hermana empiezan a prepararse un día para ir a visitarlo a su nueva vivienda. Preparan comida, van a la peluquería, se arreglan la ropa para estar impecables, y finalmente el domingo se levantan al alba, y caminan quince cuadras hasta la parada del ómnibus. A medida que avanza se llena con gente que también va en familia, con muchas bolsas de comida, frazadas y algún abrigo. La mayoría son mujeres y niños como el protagonista. Después de varias horas de viaje se devela el misterio del nuevo lugar donde vive el padre: la cárcel de Caseros. Su sorpresa es tan grande que durante toda la visita no puede hablar. Después le reclamará a su hermana mayor que no le haya contado adónde iban.

Así comienza la historia que continuará relatando las sensaciones del protagonista cuando deba ir a la escuela ahora sabiendo adónde está su padre y le pregunten por él. Se debatirá entre decir si trabajando o viajando, nunca la verdad que lo estigmatiza, que lo envuelve como un manto que abriga, ahoga, aprieta, y que lo hace visible. Si lo hiciera invisible podría andar por todos lados sin que lo vieran. A medida que avanza la historia, irá solo a visitar al padre, tomará siempre el mismo colectivo y el chofer será su nuevo compañero.

Otro de los libros es «Cárceles«, escrito por los periodistas Eduardo Anguita y Daniel Cecchini que trata sobre el funcionamiento del estado en el “otro subsuelo de la patria” como lo anuncia el subtítulo. Los organismos que institucionalmente se ocupan de los presos, hombres y mujeres, de sus necesidades, de sus ausencias, de su salud, y su libertad. Los autores aportan las normas dictadas por el congreso nacional que tratan estos temas, algunas de las cuales son tan antiguas que hasta las palabras que se usaron para su redacción reflejan los años en que se crearon. Situaciones injustas podrá haber muchas, quizás tantas como las creadas por quienes eligieron la cárcel como destino, pero también desnuda la inexistencia de camino de salida después del encierro. Sacan a la luz la incapacidad del estado en asistir a las personas para que se reinserten en la sociedad, la intolerancia de sus integrantes y la ilusión de que puedan aprender a convivir. Unos porque quieren reingresar a esa sociedad y otros porque deben aprender a incluirlos en ella. En esa transición el estado parece no aportar ninguna herramienta que aliente algún deseo de redención de los convictos; que les muestre, los asista, los obligue, los ayude a querer formar parte de una sociedad que trabaja, va a la escuela, educa a sus niños y los cuida, apoya a las familias y las une. 

El último libro es “Señales que precederán el fin del mundo” de Yuri Herrera, una narconovela que se incluye en el género de literatura de frontera. Sin nombrar ni una sola vez en unas 110 páginas a México o a los Estados Unidos, ni a la mafia, ni a los jefes narco, a la droga o a la corrupción, el autor cuenta el viaje de una mujer que debe llevarle un mensaje a su hermano por pedido de su madre, para lo cual deberá cruzar la frontera caliente. Escrita en lunfardo mexicano está destinada a ser rechazada por la dificultad que presentan las palabras en su lectura, alguna de las cuales hasta son inventadas. Los capítulos del libros están divididos como las 9 puertas que llevan las almas al inframundo según la cultura Mictlán. La maestría de la escritura brinda un relato de aventuras que suceden en un campo minado de peligros, llámense violación, muerte y tortura, y que hace del libro de Herrera una joyita que merecer ser leída dos veces. La primera para entenderla, la segunda para disfrutarla.

BICHA de CLAUDELINA

Fabio había nacido en una familia disfuncional, pero logró recibirse de neurólogo y obtuvo su matrícula de radioaficionado que lo llevaría a formar parte del grupo elegido durante la guerra de Las Malvinas en 1982.

Un padre violento, semianalfabeto que renegaba de la educación que él mismo no había tenido. Que creía que ser macho y tener pene era todo lo que necesitaba en este mundo para ser poderoso.

Su violencia hizo que su esposa, la madre de Fabio, abandonara la casa de un día para el otro, cansada de vivir encerrada para que no se le vean los moretones. De buenas a primeras, sin dar explicaciones, aprovechando la oscuridad de una noche de julio, se fue de la casa y nunca volvió.

(más…)

Hace varios años que uso el Bullet Journal, o BuJo como se lo conoce también.

Para quienes no lo conocen, el BuJo es una agenda que no tiene días y horarios predeterminados, sino que primero se elige un cuaderno y luego le vamos colocando el día a día en sus páginas de acuerdo al uso que la damos.

O sea que si por ejemplo, el lunes y el martes no tenemos nada que anotar en la agenda, en el BuJo no figurarán ya que nada había para recordar. Si había tareas para cumplir, se coloca el día, mes y año, luego las tareas a las que se les agregan distintas tildes o símbolos que identificar si las labores se hicieron (V), las trasladamos al día siguiente o ya no importan (X). El Bullet Journal, entre otros fines, tiende a evitar la procastinación, esa necesidad de posponer nuestros asuntos hasta mañana o un mejor momento.

Anotar las tareas, verlas escritas sobre el papel y advertir que no ha sido tildada como cumplida, nos empuja a cumplirla y dejar de procastinar.

Tengo estantes completos con BuJos, pero siempre me debato entre la agenda que tiene enlistado lo que debo hacer, y la agenda que debería también contener algunas ideas que necesito para escribir en mi blog, frases que me interesa recordar de diversos autores, direcciones y nombres de proveedores y futuros proyectos.

Este segundo tipo de agenda, acabo de descubrir gracias a las palabras de Austin Kleon que aproximadamente desde el siglo XVII existen los commonplace books en los cuales se anotaba todo lo que uno quisiera y no necesariamente lo que solemos escribir en nuestras agendas.

A partir de ese disparador, encontré el e-book de Heather Sage (en inglés) que lo regala en su página web soulfabric.org como una forma de inspirar y enseñar cómo se usa. Allí también explica quienes fueron los primeros en usar los commonplace books que se hicieron, todos hechos por hombres, y hasta uno hecho por una mujer.

Así que, siguiendo los consejos de quienes me inspiraron y ayudaron a descubrir los commonbook place, también llamados en italiano Zibaldone, cambié de práctica e hice un commonbook place de mi Bullet Journal. Allí quedará registrada mi agenda, mis pasos diarios, mis pensamientos y mis proyectos.

BICHA de CLAUDELINA

Tengo algunos temas sobre los que necesito expresarme. El problema es que no sé si son correctos para pedir la opinión del público. Vamos con el primero.

Estuve en estos días haciendo gestiones para presentar una exposición textil de Feminismo.

Son varias obras textiles de un grupo de diez artistas -9 mujeres y 1 varón-.

Una amiga me acompañó a la entrevista en la cual firmaría el Acta Compromiso par presentar le muestra y demás trámites del evento. Para ilustrar las obras realizadas a la responsable del espacio de exhibición, llevé mi tableta electrónica con fotos que fui mostrando sin que mi interlocutora prestara mucha atención. Más bien quería hablar ella sobre feminismo, su gestión, sus ideales y demás pareceres.

El feminismo militante, los aspectos del feminismo tratados en la muestra que se estaba montando ese mismo día y que se inauguraba al día siguiente. La impecable investigación realizada sobre los prostíbulos del interior del país, instalados en pueblos que ocupaban con mujeres que venían de Europa en el siglo veinte.

Expliqué que la muestra que se proponía estaba inspirada en las políticas públicas vinculadas con las mujeres, con el lugar que ocupaban en la zona sur del planeta, y que cada artista había encontrado su camino luego de investigar el tema de la mano de la curadora.

La conversación siguió hacia los artistas participantes. Frente a las opiniones de la mujer, y su firme postura feminista, recalcada en una de cada diez frases, detallé que éramos un grupo de nueve mujeres y un varón. Y ahí fue cuando me dijo:

-Yo obra trans no cuelgo!

En un principio no entendí, por lo que ella amablemente me aclaró que no la colgaba si el autor de la obra era transgénero. Ante ello le pregunté porqué?, y me contestó:

-Porque yo soy feminista.

Pidiendo disculpas y enfatizando que me interesaba mucho aprender los alcances de esa afirmación, me dijo:

-Las feministas luchamos por los derechos de las mujeres, y sus conquistas.

No quise preguntar porque me di cuenta que es un tema que no manejo fluidamente.

¿Alguien me lo quiere explicar?

BICHA de CLAUDELINA